miércoles, 1 de junio de 2011

día I (revisited)

Cristo cura sus heridas en un hotel mugroso,
pasa las tardes recostado
en almohadones de espuma,
y toma genéricos para sus extendidas infecciones
mientras escribe sus memorias.
Cristo escucha milongas camperas
en un radio-reloj:
cada seis horas una gragea blanquísima
y agua de la canilla.
La tarde sucede sobre una pared
celeste cielo.
Un arbolito de luces tirita villancicos
sobre un pesebre de plástico
(es la fecha).
Mira su cara reflejada en una palangana
llena de flema y sangre,
verde como el mar que caminó.
No volvería a hacerlo -nada- otra vez ;
hasta que cure por lo menos,
ya pasaron dos mil años
- y va para largo - .
                              (24 / XII / 2003)

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